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Paisaje

Joaquim Sunyer


Oleo sobre tabla
Medidas: 38x46 cm
Asociación Colección Arte Contemporáneo

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Procedencia:
Col. artista / Gal. Oriol, Barcelona / C.A.C.- Museo Patio Herreriano, Valladolid

Firma:
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Exposiciones:
SIN EXPOSICIONES

Bibiliografía:
Museo Patio Herreriano. Arte Contemporáneo Español, Colección Arte Contemporáneo y Ayuntamiento, Valladolid, 2002, 49, rep.c.

Comentario:
Joaquín Sunyer inició su actividad artística en la Barcelona finisecular, estudiando en la Escuela de Llotja y participando en el grupo llamado la "Colla del Safrà" junto con Mir, Nonell y Canals, con los que salía a pintar los arrabales de la ciudad. A ello siguió en 1896 un viaje a París donde permanecería quince años, durante los cuales conoció la pintura moderna de los impresionistas y postimpresionistas. En 1908 regresó temporalmente a Sitges, su tierra natal, donde más tarde se establecería definitivamente, y desde entonces su pintura tomó un giro diferente que se manifestaría en un gusto especial aunque no exclusivo por el paisaje. En 1911 se produjo su presentación oficial en Barcelona en una exposición individual que constituyó todo un descubrimiento para muchos críticos, y que hizo a algunos considerar que, muerto Isidre Nonell precisamente ese año, era Sunyer el que estaba destinado a ocupar su lugar. Su concepto del paisaje y de la figura encajaba bien en los nuevos valores plásticos propugnados por el movimiento noucentista. Aunque el principal mentor de éste, Eugenio d'Ors, no se pronunció en un primer momento respecto a Sunyer, su obra sería reconocida por los noucentistas como plenamente representativa. En el género paisajístico desarrolló un estilo propio emparentado primero con el fauvismo y algo más tarde con la obra de Cézanne, que pudo conocer en la exposición de éste en el Salón de Otoño parisino de 1907. Este Paisaje que presentamos es un buen ejemplo de su filiación cézanniana. Representa probablemente los alrededores de Sitges, que pintó continuadamente durante años. Son características sus colinas suaves y redondeadas, los campos cultivados y los arbustos, pinos y algarrobos de troncos sinuosos. Domina una luz mediterránea y la división del campo en secciones demarcadas por contornos de color oscuro. El toque de color es suelto y abierto, con la factura rápida de un estudio ante el motivo. El colorido es característico de sus paisajes: gamas de verdes azulados, sienas y blancos, y la aplicación del color recuerda la pincelada direccional que utilizaba Cézanne. Las copas de los árboles han perdido la sólida compacidad en forma de riñón que caracterizaba los paisajes de Sunyer anteriores, y son ahora más expandidas y variadas en sus matices de color. El horizonte, muy alto, deja ver algunos edificios cúbicos a los que la mirada accede a través de las diagonales del camino. CB

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